Me dicen
tienes alas de
murciélago
creciendo entre las
escamas.
A veces se abren paso
con cierta
delicadeza
pero otras me duelen.
Cojo un espejo y miro
su herida,
la sangre que mana de
sus raíces,
y me mareo como cuando subo
un monte
y
pienso: aquí no estoy segura,
no soy lagartija ni ave
rapaz
querida lucía
eres
no más que una humana
y retas a la
naturaleza
porque quieres
quitarte
el vértigo y
la vergüenza,
porque quieres llegar a
la cima
sabiendo que si
miras abajo es el final.
Pero la cascada sigue
brotando en mi espalda
y yo no puedo dejar de
mirarla
y me acuerdo de
marta
y de la primera vez que
chupé esa sangre,
de mi tobillo, de mi
dedo, de mi rodilla.
Sabiendo que es
algo
que
no debería probar
si es que soy
realmente humana,
y no un animal
que lame sus heridas,
no un animal
que se lleva la sangre
a la cara
y pinta una flor, una
estrella, una espiral
y aun así,
decido beberme,
digamos salvarme,
dejar las escamas caer,
pisarlas con furia
sobre el suelo verde
y renacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario