miércoles, 4 de septiembre de 2013


Me dicen
tienes alas de murciélago 
creciendo entre las escamas. 
A veces se abren paso
con cierta delicadeza 
pero otras me duelen.
  
Cojo un espejo y miro su herida,
la sangre que mana de sus raíces,
y me mareo como cuando subo un monte 
y pienso: aquí no estoy segura,
no soy lagartija ni ave rapaz 
querida lucía eres 
no más que una humana
y retas a la naturaleza 
porque quieres quitarte 
el vértigo y la vergüenza, 
porque quieres llegar a la cima 
sabiendo que si miras abajo es el final. 

Pero la cascada sigue brotando en mi espalda 
y yo no puedo dejar de mirarla 
y me acuerdo de marta 
y de la primera vez que chupé esa sangre, 
de mi tobillo, de mi dedo, de mi rodilla.

Sabiendo que es algo 
que no debería probar
si es que soy 
realmente humana,
y no un animal
que lame sus heridas,
no un animal
que se lleva la sangre a la cara
y pinta una flor, una estrella, una espiral 
y aun así,
decido beberme,
digamos salvarme,
dejar las escamas caer,
pisarlas con furia
sobre el suelo verde
y renacer.